Desde el minuto uno, la estética de OLYMPO nació de una conversación en las pruebas de cámara junto a Miquel Prohens y Carlos Garcés, en Netflix. Allí alineamos el objetivo: exprimir el contraste vibrante del HDR, suavizarlo y acercarnos al pulso del fotoquímico. Probamos difusión física con vaselina en filtros Clean y Black Pro-Mist para lograr un velo sedoso, pero las pantallas LED y la posibilidad de poco control de la luz en exteriores de montaña nos hicieron ajustar el plan. Repetimos tests con y sin filtros en la ARRI Alexa 35 y ese aprendizaje me lo llevé a la sala de color: construí un toolkit digital para replicar esa suavidad y glow de baja frecuencia, sutiles difracciones y viñetas ligerísimas, afinado plano a plano. Eso le dio al equipo más seguridad en rodaje y, lo que no se consiguió en set, lo cerramos en etalonaje, igualando y dando personalidad a la serie. Desde ahí, traduje la luz marcada por los DOPs a un lenguaje coherente en HDR a lo largo de los ocho episodios: un tono unificado con un ancla cromática por escenas, piel, vestuario o detalle de arte que sostuviera la paleta. El resultado: una propuesta moderna y distinta que conserva la suavidad y la nostalgia del fotoquímico, exprimiendo el HDR sin perder identidad.